Recién pasados los días de Semana Santa, donde la mayoría de los ciudadanos toma estos días como un respiro del trabajo y del estrés para vivir momentos de reflexión con la familia, por lo cual, de lo último que quieren saber es de la larga campaña que han enarbolado los distintos partidos en nuestro país, cosa que saben bien los aspirantes a cargos de elección popular, por lo que en su mayoría también aprovechan los días santos para concentrarse con su “war room” y replantear estrategias para continuar con los días venideros. Sin embargo, en los próximos días veremos arreciar las campañas por un par de motivos, primero el debate presidencial del 7 de abril y, posteriormente, la definición de quiénes serán los encargados de encabezar las distintas candidaturas locales en la entidad, por lo cual, la batalla política avizora a ponerse aún más interesante.

Empero, un tema del que poco se habla en la actualidad, pero que, cuenta con una gran trascendencia, es de la crisis de credibilidad por la cual atraviesan las encuestas electorales, las cuales, si bien es cierto representan en muchos de los casos herramientas para medir el pulso de la población, en la actualidad han dejado de ser lo antes mencionado para dar paso a estrategias de comunicación y propaganda política, dejando por un lado su finalidad principal, la cual debería ser dar información veraz y oportuna a la ciudadanía para tomar decisiones.

En la actualidad hemos visto cómo las encuestadoras en todo el mundo han ido de tropiezo en tropiezo, comenzando por las errantes predicciones en los pasados comicios de Argentina, donde nadie predecía el fugaz ascenso y posterior victoria de Javier Milei, así como también, en nuestro país durante las elecciones intermedias de 2021, donde las encuestadoras por una parte daban como ganadora a la alianza encabezada por Morena en la Ciudad de México y, ponían en competencia gubernaturas del resto del país, lo cual, estaba totalmente equivocado ya que, en el caso de la Ciudad de México la alianza de PAN, PRI y, PRD logró arrebatarle el triunfo a Morena en la mayoría de las alcaldías, mientras que en las elecciones de gobernador en las distintas entidades Morena prácticamente arrasó.

En el caso de la elección presidencial, el tropiezo que parece inminente es el de la gran diferencia entre encuestadoras ya que, empresas como Massive Caller pronostican una diferencia de 8% entre la candidata puntera Claudia Sheinbaum y su competidora más cercana Xóchitl Gálvez, mientras que, la casa encuestadora Simo brinda una diferencia de casi 50 puntos porcentuales, brindando una brecha estratosférica entre ambas mediciones demoscópicas muy por encima del margen de error del 3.5%; por lo tanto, una de las dos serán un rotundo fracaso el día 2 de junio.

Algunas de las razones por las cuales las encuestas en la competencia por la presidencia cuentan con márgenes de diferencia tan amplios podrían ser las siguiente:

  1. La polarización existente genera que, dependiendo la zona donde se realice la encuesta los números serán diferentes.
  2. La baja participación ciudadana en las elecciones y encuestas hace más difícil encuestar a quienes verdaderamente emitirán su voto.
  3. El temor y rechazo del ciudadano a responder encuestas presenciales ha predominado el uso de encuestas telefónicas o por internet, las cuales cuentan con menores niveles de confiabilidad
  4. El uso propagandístico y poca regulación generan una proliferación de encuestas con bajo rigor estadístico.

Las anteriores razones son motivo suficiente para que los ciudadanos, por lo menos en esta elección, no se basen en las encuestas para definir sus candidatos, más bien, la solución se encuentra en elegir oportunamente a sus candidatos por medio de sus propuestas y trayectoría. Y, si lo que quieren es saber cómo van las elección, la recomendación sería voltear la mirada hacia ejercicios como los realizados por la empresa “Oraculus” donde se filtran distintas mediciones y se ponderan estadísticamente para dar una estimación más certera y rigurosa del proceso electoral en puerta.

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