Una de las costumbres que ha llegado para quedarse en nuestro sistema político y electoral parece ser el de las alianzas, las cuales han tomado un gran auge durante las últimas elecciones federales en las que la mayoría de los partidos han decidido optar por esta figura en la búsqueda de tener más victorias electorales.
En la actualidad las alianzas en México no han terminado de concretarse ante la ciudadanía como una estrategia que brinde resultados a sus exigencias, más allá de los fines electorales de las mismas, lo que en teoría debería de ser su fin último. Dos son las alianzas que se encuentran presentes en estos momentos en nuestro país y han redefinido por completo el panorama político.
En primera instancia, se encuentra la alianza dominante en gran parte del territorio nacional, encabezada por Morena y llevando tras de sí al Partido del Trabajo, y al sempiterno partido satélite, Partido Verde, aunado al recién creado Partido Encuentro Solidario, antes Social, y en algunos estados donde aún conservan su registro de Nueva Alianza, Redes Sociales Progresistas, entre otros. La alianza anterior ha encontrado un dique de contención en la trastabillada conformación de una alianza, si bien es cierto, no tan homogénea a la hora de tomar decisiones como la anterior, pero sí con la suficiente fuerza como para detener las reformas constitucionales que el ejecutivo había planteado prácticamente sin oposición alguna, así como de triunfos en entidades como Aguascalientes, Durango, Ciudad de México, entre otros, hablamos de la “Alianza Va Por México” integrada por el PAN, PRI y, PRD, los cuales han tenido serias dificultades para su conformación y consolidación debido a la larga historia de pugnas y diferencias que prevalecieron entre esta triada de instituciones desde su fundación, lo que aunado a los coqueteos de parte del partido oficial, Morena, a distintos actores del Revolucionario Institucional, han puesto en serios aprietos su continuidad.
Sin embargo, como se comentó al inicio de este escrito, las alianzas per se, no han podido desdoblarse ante la ciudadanía a la hora de brindar soluciones efectivas para las graves problemáticas que enfrenta nuestro país, mucho de lo anterior debido a que, una alianza se remite a la suma de dos simples factores: votos y colores, sin que esto genere algún compromiso para los políticos emanados de dichas alianzas a la hora de gobernar.
Es por lo que, un gobierno de coalición ha tomado fuerza para resolver dichos retos, sobre todo, después de que, en 2014 se aprobó una Reforma Constitucional a los artículos 74, 76 y 89 de la Constitución Política, lo que faculta a los partidos en México a formalizar dicha figura. Un Gobierno de Coalición en México significaría que los partidos, además de hacer alianzas electorales, deberían de presentar a la ciudadanía un plan de trabajo y una plataforma de lo que significa para ellos coaligar a dos o más partidos en torno a un proyecto de nación, asimismo, nos acercaría más al modelo semiparlamentario que impera en algunos países europeos, los cuales, tienen como principal característica la búsqueda de mayorías a la hora de tomar decisiones, el cabildeo, apertura para escuchar a todas las voces, y sobre todo dos cuestiones fundamentales: 1. El que gane, no gane todo y, 2. Llevar la toma de decisiones de la voluntad, a la planeación y apego legal.
Un Gobierno de Coalición en México sería en estricto apego institucional un gran paso para nuestro sistema político, empero, nada de esto será de utilidad si seguimos teniendo en el interior a políticos que ven al gobierno como un negocio y no como una responsabilidad.
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