Columna Visión Juvenil
Por: Manuel Borbón
Uno de los términos más recurrentes a la hora de hablar de política en nuestro país ha sido el de la “polarización”, la cual, se puede entender como el encono generado en, por lo menos, un par de polos clara y diáfanamente divididos, los cuales, al encontrarse tan separados y con ideas, aparentemente, muy distintas, comienzan por generar roces en sociedades que, en situaciones normales, se encontraron cohesionadas. La polarización es causada en la actualidad, principalmente por los siguientes motivos: desigualdad económica, corrupción, discursos de odio, excesivo acceso a la información, “Fake News”, entre otros motivantes que funcionan como leña para crecer el fuego del odio.
Si bien es cierto, la polarización no es nueva, se puede decir que, las diferencias ideológicas y políticas existen prácticamente desde que hay política ya que, la naturaleza del ser humano es habitar en sociedades, lo que genera una división y diferencias entre grupos, llegando a la organización política básica de “izquierda” y “derecha”, lo cual, con variantes, ha llegado hasta los tiempos modernos con implicaciones sumamente peligrosas ya que, al tener sociedades complejas, las diferencias profundas pueden culminar en conflictos irreconciliables de carácter bélico.
Como todo, la polarización cuenta con varias fases, comenzando por las simples diferencias que pueden ser de carácter verbal basadas en argumentos, pasando después a desencuentros personales donde se llega la descalificación y en muchos de los casos pérdidas de la relación entre personas o grupos por sus diferencias, empero, el caso más grave llega cuando dichas diferencias calan en lo más profundo de la irracionalidad y se convierten en deseos de violentar físicamente a quien piensa diferente, llegando a casos extremos como lo sucedido recientemente en Estados Unidos donde un joven con ideas radicales de tan solo 20 años decidió intentar terminar con la vida del candidato presidencial Donald Trump aparentemente por motivos ideológicos.
En el caso mexicano, podemos ver como ha ido avanzando la polarización ya que, según estudios realizados por el periodico “El Financiero”, en 2002 el 45% de las personas de izquierda y el 66% de las personas identificadas con la derecha aprobaban la gestión del presidente en turno, una diferencia de tan solo 21 puntos, mientras que, para el año 2020 la brecha entre ambas tasas de aprobación creció a 83%, lo cual, no significa otra cosa más que, independientemente de lo que se realice, no será bien visto por una parte de la población si no es realizado por algo de su mismo modo de pensar.
Los pasados comicios presidenciales nos demostraron que, a pesar de que existan quienes nieguen la existencia de la polarización, el hecho de que un sector de la población haya decidido salir a votar en demasía por una de las opciones y, el sector contrario lo haya hecho de la misma manera, es decir, en la mayoría de las secciones electorales donde triunfó Claudia Sheinbaum lo hizo con votaciones aplastantes, mismo caso en las secciones donde logró la victoria Xóchitl Gálvez, lo cual, provocó el efecto “burbuja”, donde muchos ciudadanos pensaron que, si ninguno de sus vecinos, amigos o familiares, votó por la opción contraria, nadie en el país lo haría, generando así un sentimiento de incredulidad ante los resultados, perdiendo de vista que, en situaciones tan polarizadas, el “mundo” que nos rodea dista mucho del “mundo” en el que viven los demás.
Para terminar, entender que existe polarización y, hacer un esfuerzo para comprender el porqué existen distintas formas de pensar sería el primer paso para acabar con ella, para posteriormente dar paso al más importante de los procesos en sociedades divididas que es el de la creación de acuerdos, los cuales, no son otra cosa más que pactos sociales en los que cada quien cede un poco de sus privilegios para dar paso al encuentro del bien común como sociedad.
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