Columna Visión Juvenil
Por: Manuel Borbón

Se dice en nuestro país que, en la noche de la elección cuando las autoridades electorales dan por ganador a uno de los candidatos, el poder, tal como si se tratará de un don divino que pasa como halo de una cabeza a otra, es cedido de manera inmediata del presidente en funciones a quien, de así confirmarse, se convertiría en presidente electo, provocando así que, los besamanos, reflectores, entrevistas, lisonjas y demás, pasen, de un momento a otro, a ser para quien como cada seis años fue electo por la mayoría de los ciudadanos.

En la historia de nuestro país, dichos cambios en el mando del poder presidencial han provocado decenas de momentos que quedan para la memoria, por supuesto, no exentas de turbulencias que han marcado la historia política de nuestro país, ya que, si recordamos, transiciones como la de Plutarco Elías Calles a Álvaro Obregón que no llego a consumarse por el asesinato de este último, la de José López Portillo a Miguel de la Madrid, quien después de consultarlo con Quetzalcóatl (según el), dio su último golpe al nacionalizar la banca sin informar previamente a su sucesor, mismo caso de la sucesión entre Carlos Salinas y Ernesto Zedillo con el conocido “error de diciembre” culpándose mutuamente de dicha crisis económica. Sin embargo, también en nuestra historia se cuenta con transiciones que se pueden calificar como tersas, tales como la de Ernesto Zedillo a Fox, siendo está histórica por el cambio del partido en el poder por primera vez en la historia moderna de nuestro país, la cual, como los propios panistas lo han afirmado, dejó muchos anhelos y proyectos en el tintero por no tener la claridad y carácter para realizar lo que la población exigía, un cambio de régimen, por lo cual, tal como dice el afamado cuento, cuando el Partido Acción Nacional despertó el dinosaurio seguía ahí, dejando prácticamente intactas instituciones, sistemas, formas y personajes del antiguo régimen.

Es por lo anterior que, la actual transición entre el presidente López Obrador y, la presidenta electa Claudia Sheinbaum representa un hito histórico en nuestro país, ya que, independientemente si se está de acuerdo con su visión de país, o no, el simple hecho de que una mujer ocupe la silla presidencial de nuestro país representa un cambio en la cosmovisión y forma de entender a México, sus problemas y potenciales soluciones, de igual forma, para millones de mujeres mexicanas el hecho de que las riendas de su país sean llevadas por primera ocasión por una mujer significa un logro fundamental para dicho género.

Por si lo anterior no fuera suficiente, es preciso enlistar algunas de las razones que vuelven a esta transición una para resaltar en los anales de la historia:

  1. Votación mayoritariamente a su favor. La presidenta electa cuenta con la legitimidad que le brindan niveles de votación que no se habían visto en el siglo actual, por lo cual, la mayoría legislativa y su popularidad conllevan una gran responsabilidad en sus espaldas.
  2. Continuación de proyecto, ya que, por lo general se estilaba que, aún repitiendo el mismo partido en el poder, quien llega termina por socavar todo lo que realizó su antecesor, cuestión que, al parecer, no se hará presente en la actualidad.
  3. Esperanza en el nuevo gabinete. A diferencia del pasado, Claudia Sheinbaum parece haber privilegiado en la mayoría de los casos la capacidad de quienes habrán de fungir como sus colaboradores.
  4. La polarización, no obstante de que cuenta con una mayoría holgada, es preciso comentar que, en contraste con otras ocasiones, existe un sector de la población que no confía en lo absoluto en el proyecto de la 4T, por lo cual, de entrada, Claudia Sheinbaum cuenta con un grupo de la población que haga lo que haga habrán de esperar su error.

Sin duda, en esta transición aún hay líneas por escribirse, esperemos que conforme el paso de los días la llegada al poder de la primera mujer presidenta en la historia de México, no se quede solamente como un cambio en la última letra de la palabra presidenta.

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