Los retos contemporáneos a los que se enfrentan los distintos gobiernos alrededor del mundo han generado un nuevo análisis y posterior replanteamiento en los sistemas políticos que rigen los países a nivel mundial, continuando en la senda que ha venido evolucionando conforme el paso del tiempo desde el feudalismo, absolutismo, entre otros, hasta llegar a los sistemas actuales principalmente dominados por los sistemas presidenciales, los cuales rigen principalmente en los países de occidente y, los sistemas parlamentarios, los cuales se encuentran principalmente en países europeos.

Es por lo que, tal como la vida misma se transforma con el paso de los años, es necesario que los sistemas se adapten a las nuevas circunstancias y eventualidades para poder cumplir con sus objetivos principales, sobre todo, cuando el avance de las nuevas tecnologías se hace presente. Sin embargo, este tipo de cambios y transformaciones muchas veces se enfrenta a retos de suma complejidad tales como la llegada tardía de dichos cambios, así como también, la resistencia que generan este tipo de decisiones, las cuales, vienen a trastocar el conocido “status quo” o mejor dicho, con el “establishment” de la política, misma que se siente cómoda anquilosada en el poder y no permite este tipo de transformaciones al sentir amenazados sus intereses.

Sin embargo, la historia nos demuestra que, aun con este par de dificultades, siempre la búsqueda por el progreso y mejores condiciones de vida termina por imponerse y, tarde que temprano, los muros físicos e ideológicos terminan por derrumbarse. Por lo tanto, en nuestro país, no es un secreto para nadie que, después de la caída del sistema de unipartidismo que rigió en México prácticamente durante todo el siglo XX, no se ha encontrado la cuadratura al círculo en los vaivenes democráticos que han logrado que al menos tres partidos distintos hayan gobernado un país con los casi 130 millones de habitantes sin que las problemáticas hayan sido resueltas de manera significativa. Es entonces cuando surge en el horizonte la novedosa figura de los gobiernos de coalición, los cuales, han sido ya previstos con anterioridad en México desde 2014, cuando fueron incluidos en la Constitución. Ahora bien, un gobierno de coalición hace referencia a un sistema donde el que gana, no gana todo y, el que pierde, no lo pierde todo, donde se privilegia la pluralidad de ideas con la finalidad de generar consensos más amplios y mejores decisiones de gobierno en el que ninguna voz se quede sin ser escuchada. En el ejercicio, un gobierno de coalición, incluye en sus funciones algunas prácticas propias de los sistemas parlamentarios, tales como la conformación pluripartidista del gabinete, en el que, se elige a los mejores perfiles de los diferentes partidos políticos que conformen la coalición para hacerse cargo de las principales carteras políticas del país, mismos nombramientos que deben ser consensuados y aprobados por el Senado de la República.

En los años venideros, la polarización y división de pensamientos en México generará de manera natural la necesidad de crear equilibrios que brinden estabilidad y mayor gobernabilidad a la siguiente presidencia, por lo cual, independientemente de quiénes sean los candidatos presidenciales y cuales sean los partidos que los abanderen, una coalición amplia y plural con un proyecto de nación claro, con visión de futuro y que llame a la generación de un nuevo pacto social entre los mexicanos, habrá de ser necesario tomarlo en cuenta con suma seriedad si lo que queremos son mejores condiciones de vida y un país más próspero para todos.

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