Columna: Más allá de los titulares

Por Alejandro Gleason Fandiño

Vivimos en una era donde el liderazgo muchas veces se reduce a técnicas, métricas y estrategias externas. Pero lo que rara vez se menciona —y sin embargo resulta vital— es que el verdadero liderazgo comienza en el interior. No se puede guiar a otros si antes no se ha aprendido a guiarse a uno mismo. Y eso solo se logra mediante el autoconocimiento.

Conocerse a sí mismo: la piedra angular del liderazgo

Conocerse a sí mismo no es un lujo filosófico, sino una necesidad práctica. Sin este conocimiento, nuestras decisiones tienden a ser reactivas, nuestras relaciones se tornan superficiales y nuestro propósito se diluye en la rutina. El líder que no se conoce a sí mismo, inevitablemente proyectará sus sombras en quienes lo rodean: miedos no gestionados, heridas sin sanar, creencias limitantes.

El mandato inscrito en el templo de Delfos, “Conócete a ti mismo”, ha resonado a lo largo de los siglos como una invitación ineludible al trabajo interior. Sócrates sostenía que este era el primer paso para alcanzar la sabiduría. San Agustín, por su parte, afirmaba: “Que yo me conozca, que te conozca a Ti”, comprendiendo que el conocimiento propio es también el camino para conocer a Dios.

¿Cómo iniciar este camino de autoconocimiento?

Conocerse implica observarse con verdad, sin juicios, sin máscaras. Implica detenerse, hacer silencio y preguntarse:
—¿Qué me mueve? ¿Qué me duele? ¿Qué me entusiasma? ¿Cuáles son mis patrones más frecuentes de reacción?

Una herramienta práctica y reveladora en este camino es el estudio de los temperamentos. Comprender si uno es colérico, melancólico, sanguíneo o flemático nos permite ver nuestras tendencias naturales, tanto nuestras virtudes como nuestras debilidades. Por ejemplo, el colérico tiende al liderazgo decidido, pero debe cuidar su dureza; el melancólico tiene profundidad, pero puede caer en la parálisis por análisis; el sanguíneo aporta alegría, pero necesita constancia; el flemático brinda paz, aunque debe cuidar la pasividad.

Autoconocimiento aplicado

Como coach, he comprobado que muchas personas viven como extraños de sí mismas. Caminan por la vida con la mirada puesta afuera, sin detenerse a explorar el mundo interior desde donde realmente se origina su manera de actuar, de relacionarse y de tomar decisiones. Por eso, mi labor consiste en acompañarlas en este viaje hacia adentro, facilitando herramientas que les permitan conocerse, aceptarse y transformarse con claridad y propósito.

Para ello, empleo evaluaciones especializadas que permiten identificar patrones de comportamiento, estilos de comunicación, habilidades emocionales, formas de pensar y competencias interpersonales. Estas herramientas no buscan encasillar a la persona, sino iluminar su mapa interno: sus fortalezas, sus oportunidades de mejora y las dinámicas que guían —a veces de forma inconsciente— su manera de liderar y vivir.

El resultado de este proceso es claridad. Claridad sobre quién se es, cómo se reacciona ante distintos contextos, y qué capacidades necesitan desarrollarse para alcanzar una mayor plenitud personal y eficacia profesional. A partir de esta comprensión, diseñamos un plan de acción personalizado que permite al líder alinear su mundo interior con su propósito exterior, tomar mejores decisiones y relacionarse desde un lugar de mayor conciencia y madurez.

Conclusión

El autoconocimiento no es un destino, sino un camino continuo de exploración y crecimiento. Quien se conoce, se gobierna. Quien se gobierna, puede liderar con sabiduría, compasión y firmeza. Y ese, justamente, es el tipo de liderazgo que el mundo necesita: líderes conscientes de sí mismos, valientes para mirar hacia adentro y humildes para transformarse.

Porque solo cuando uno se conoce a sí mismo, puede liderarse… y solo quien se lidera, está en condiciones de liderar a los demás.

¿Estás listo para comenzar este viaje de autoconocimiento y transformar tu forma de liderar? Escríbeme y agendemos tu primera sesión.

alex@gleasonfandino.com

@alexgleason