Columna: Visión Juvenil
Por Manuel Borbón
La relación entre el poder económico y el poder político ha estado entrelazada desde que existe la política misma, ya que podemos identificar a través de la historia, cómo los hombres con poder político son en muchas ocasiones los mismos que ostentan el poder económico, lo cual representa un conflicto para las democracias modernas. Por otra parte, mientras estos dos poderes no se encuentran trabajando en consonancia, sino más bien, son opositores uno del otro, se convierte también en un problema para la ciudadanía, quienes, como siempre, terminan por pagar los platos rotos.
En nuestro país, podemos decir que este conflicto ha oscilado de un lado a otro, donde a través de la historia hemos visto episodios de encuentros y desencuentros entre ambos, de los cuales es preciso hacer una recapitulación para no cometer los mismos errores del pasado, pero, sobre todo, para identificar los momentos donde el equilibrio entre ambos poderes logró tener resultados en beneficio de la ciudadanía.
Podríamos citar dicha relación desde el inicio de la colonia en la Nueva España con la llegada de los primeros virreyes y la construcción de las grandes haciendas que a la postre terminaron por ser algunas de las ciudades más importantes de este país. Sin embargo, para hablar en términos para actuales podemos decir que la primera vez que en nuestro país el poder económico se amalgama con el poder político, fue en la época del Porfiriato, donde la clase alta proliferó en todo el país ligada a industrias de reciente creación como la del ferrocarril y la extracción de minerales. Asimismo, diversos periodos durante los mandatos presidenciales de Miguel Alemán Valdés, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari, vivieron momentos donde el poder económico como lo conocemos ahora mantuvo una relación cercana y, en muchos casos, de complicidad, con el poder político. A esta etapa de la historia de nuestro país se suma el surgimiento del Partido Acción Nacional, al cual se le atribuye cercanía con organizaciones patronales, teniendo su auge con el grupo conocido como “Los Bárbaros del Norte” integrado por líderes empresariales tales como Manuel Clouthier, Francisco Barrio, Ruffo Appel y, por último, quien se convirtiera en presidente de México, Vicente Fox.
En contraste, el empresariado mexicano tuvo también conflictos con el poder político en momentos complejos de nuestro país, sobre todo, en sexenios como el de Lázaro Cárdenas y Luis Echeverria, quienes con una filosofía política más apegada a la izquierda socialista, veían al empresario nacional como un mal que había que controlar y, en algunos casos erradicar.
La historia anterior nos trae al presente mexicano, con un gobierno que cuenta con amplia mayoría, legitimidad social y que, además, repite en el poder por segundo sexenio consecutivo bajo lemas como “primero los pobres” y, “vamos a separar el poder político del económico”. Lo que al principio solo fue un discurso de campaña, ya que al inicio del gobierno la relación con actores como Carlos Slim, Emilio Azcarraga y Ricardo Salinas, era muy cercana, al grado de que en los primeros años, los apoyos del Bienestar eran dispersados en tarjetas y bancos propiedad de este último empresario.
Sin embargo, como todo en esta vida, la relación terminó por fracturarse, al grado tal de que, entre empresarios como Ricardo Salinas y, la presidenta Claudia Sheinbaum, hoy existe una enemistad que los ha confrontado de manera directa, en la que, el primero llama al gobierno actual un mandato de “gobiernícolas” haciendo referencia a la poca capacidad y preparación con la que cuentan quienes desde la burocracia ostentan el poder político, mientras que de parte del gobierno le acusan de ser un empresario voraz y deudor de impuestos por lo que, al parecer, nuestro país vivirá nuevamente momentos convulsos entre ambos poderes que hasta no hace mucho tiempo estaban en luna de miel.