Columna Visión Juvenil
Por: Manuel Borbón
A diez años de lo que ha sido uno de los pocos largometrajes realizados y ambientados en el municipio de Cajeme, es preciso voltear al pasado y hacer una remembranza de lo que fue la película “Casi Treinta”, un filme con actores como Eiza González y Manuel Balbi, que narra de una manera sumamente explícita la crisis que viven los jóvenes en sus tardíos veintitantos al toparse con la realidad de un mundo mucho más complejo del que se habían imaginado.
Sin embargo, buscando más allá en la trama de la historia ambientada en el Cajeme de ese momento, también nos narra cómo poco a poco una ciudad completa como Ciudad Obregón se convirtió, de un momento a otro, en una comunidad carente de esperanza y orgullo por su tierra, en el que la mayoría de los jóvenes se ven frustrados al tener que dejar su ciudad para buscar un mejor futuro o, si cuentan con los medios necesarios, quedarse en su comunidad simplemente para seguir la ola del destino y hacer lo que todos hacen en su comunidad.
Casi treinta nos narra la historia de un joven cajemense que, al buscar una mejor vida, tuvo que salir de su ciudad para buscar nuevos horizontes en la Ciudad de México, encontrando lo que muchos pudieran pensar que es el éxito, un empleo bien remunerado, empero, conforme el paso de los años y la llegada a su vida de los treinta años, la realidad le golpea en la cara cuando tiene que regresar a su ciudad natal, Cajeme, reencontrándose con su familia, amigos, pero sobre todo, con una realidad que lo llevó a alejarse de la tierra que lo vio nacer, una sociedad que ha perdido la esperanza en el porvenir, plagada de un sistema de apariencias en el que prevalece el dicho “tanto tienes, tanto vales”, en el que, quienes con mayor edad como su padre, siguen bajo el resentimiento y el rencor al pasado por la expropiación de tierras y, los jóvenes de su generación se ven frustrados al no poder cumplir sus sueños de una vida mejor teniéndose que dedicar forzosamente a la agricultura.
La película nos muestra no solo la crisis de los jóvenes a la llegada a una época de menos fiestas y más responsabilidades, también, nos muestra la crisis que viven ciudades cuando el destino les arrebata lo principal que puede tener una comunidad, que es el arraigo y orgullo a su comunidad, ya que, como todos sabemos, Cajeme era conocido como un municipio seguro, limpio, bien trazado y de gente valiente y amable a la vez, por lo que, al perder lo anterior, la mayoría de quienes ahí habitan lo único que están pensando es en irse o en aparentar, poniendo así en una crisis severa también a una comunidad que se caracterizaba por la raigambre de sus ciudadanos.
A pesar de todo, hay un factor que no podemos dejar a un lado, es justamente cuando este joven regresa a Cajeme, cuando se da cuenta de que puede reencontrarse consigo mismo, es decir, no todo está perdido y, no solo el mejor salario significa tener el éxito, hacer una pausa en su camino para encontrarse nuevamente, saber de dónde viene y hacia dónde quiere ir le permite al joven saberse en una crisis y replantear el futuro. Por lo tanto, para una comunidad sumida en momentos complejos, saberse en dicha situación, voltear al pasado y actuar en consecuencia para un futuro mejor es, sin duda, la principal acción para volver a entrar en la ruta de la bonanza en nuestra comunidad, por lo cual, los retos que nos impone el futuro como lo son la inseguridad y la crisis agrícola provocada por las sequías recientes, debe ser vista también como una oportunidad para recobrar el orgullo de ser cajemense y tomar las decisiones necesarias para volver a ser la ciudad de quienes aquí habitan puedan sentirse orgullosos de pertenecer.
Sin lugar a duda, una película para volver a ver el fin de semana.
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