Columna Visión Juvenil
Por: Manuel Borbón

Se dice en las Sagradas Escrituras que Caín y Abel eran un par de hermanos, hijos de los primeros seres humanos, Adán y Eva, quienes tenían como oficio la agricultura y el pastoreo, respectivamente. Al encontrarse ante la situación de agradar a Dios con ofrendas, fue el primero de estos hermanos quien, con recelo vio cómo las ofrendas otorgadas por su hermano Abel eran bien recibidas, mientras que las suyas eran rechazadas por carecer de fe, lo que provocó los celos y la ira de Caín, terminando en el asesinato de su hermano Abel, conociéndose popularmente a este suceso como el primer asesinato de la humanidad.

En días recientes, hemos visto cómo temas que, hasta hace no mucho parecían impensables han comenzado a ser cada vez más frecuentes en la vida diaria, desde asesinatos masivos, robos, insultos y denostaciones, que solo reflejan la pérdida paulatina de valores que existen en la sociedad actual, guiados en gran medida por la búsqueda del hedonismo, el consumo, el extravío de la verdad, entre muchas otras situaciones que nos tienen viviendo tiempos, sí, de cambio, pero también de una desorientación como humanidad en el rumbo y sentido que llevamos.

Se trae a colación lo anterior debido a que, durante la semana pasada, ocurrió un suceso que, una vez más, pone a prueba la capacidad de asombro de quienes habitamos la región del sur de Sonora. Comencemos por partes, la violencia esta vez alcanzó a la familia, ya que, según reportes no oficiales, un par de hermanos, al menos uno de ellos menor de edad, se enfrascaron en una riña que llego a los golpes y terminó en un asesinato, donde, aparentemente, las diferencias surgieron por cuestiones amorosas hasta terminar en el fatal desenlace de un par de hermanos que no supieron dirimir sus diferencias y terminaron con lo más valioso que tiene el ser humano: la vida.

Más allá de este lamentable suceso, en el que una vida que recién comienza se vio truncada por su propio hermano, este hecho nos desnuda de cuerpo entero y frente a nuestros ojos una realidad que, la premura del día a día, el torrente de noticias a la mano, la desinformación, el estrés y muchas otras situaciones más nos hacen olvidar, vivimos en una sociedad que ha perdido el rumbo y el orden, donde diferencias que se podrían resolver terminan a la menor provocación con la vida de un ser humano, llegando al desafortunado caso que, como dice la canción: la vida no vale nada.

Entender nuevamente que el individuo vale como persona, recuperar la dignidad del ser humano y defender la vida misma, son ejes que deben sostener nuestra convivencia como sociedad, entender que lo que pasa dentro y fuera de nuestras casas es también el reflejo de quienes somos y de lo que seremos como sociedad.

En momentos como estos, reflexionar y entender la importancia que juegan las instituciones en este rumbo implícito que tienen las sociedades, es dar un paso hacia adelante, es decir, no se vale culpar solamente al gobierno de lo que sucede, es momento de pensar en que estamos haciendo cada uno de nosotros en lo particular para ser parte del problema o de la solución, anclados en entes fundamentales de la humanidad como la familia, el gobierno, las iglesias, las escuelas y muchas más instituciones que forjan en la persona de un sentido humano que nos hagan comprender que nuestras acciones u omisiones terminan por definir en la ciudad en la que vivimos.
borbonmanuel@gmail.com