Alegorías
Por Jesús Huerta Suárez
No sé cómo le voy a hacer, pero creo que ya me llegó el momento de hacerle caso a ésa frase que dice: “Cuando la vida te da razones para llorar, tu demuéstrale que hay más de mil razones para sonreír”, y es que últimamente me comenzó a llegar una “factura” por semana de los años vividos en la disipación sin freno. Bueno, supongo que por eso será. Por esas miles de horas de preocupaciones, de desvelos, de bohemia, de querer vivir intensamente, de pensar hasta altas horas de la madrugada, de alabar al dios Baco, de batallar para conseguir el dinero para pagar los recibos, de no querer ver la vida como una empresa, de alejarme de Dios, de quejarme, de vivir desesperado, de perder la fe y de otras tantas tonterías que poco a poco te van quitando el aliento. Cada vez me queda más claro: en la vida, como en los negocios, a todo cargo le corresponde un abono, es decir, una comilona me trae indigestión, no como antes que podía comer clavos si sufrir. Unas cervezas, me traen exceso de ácido úrico; tocar la batería, inflamaciones. Como quien dice, casi cualquier cosa que haga o piense, de inmediato me está produciendo algún tipo de dolor. Aunque, también, sé de personas que, aún viviendo una vida ordenada y decorosa, sufren por las fallas del cuerpo y de la mente.
Me parece increíble, pero aún me quedan esperanzas de que todo esto sea meramente pasajero, y se llama muerte, porque vivir es lo más peligroso que tiene la vida. Igual, ahora puedo comenzar a entender a tanta gente que he escuchado decir que sufren, y yo pensando que sólo lo decían para llamar la atención. Al levantarse en la mañana y tratar de dar el primer paso, dicen Dios mío ayúdame, o ¡que horrible! Por qué tanto dolor sienten estando paradas como estando acostadas. Ya no son sólo las emociones las que hay que asimilar, ahora también hay que lidiar con los pesares de la carne. Pero así es la vida en esta tierra en donde nadie sale vivo de aquí.
Este asunto, el de sentir dolor en donde le de la gana y cuando le dé la gana al cuerpo, me ha hecho reconfirmar mi antigua creencia de que, definitivamente, sólo trabajando y desarrollando nuestro espíritu le encontraremos sentido o propósito a nuestra vida que se presenta encarnada en la materia. Nuestra existencia no es el cerillo ni la cajita en donde vienen, la vida es la chipa que se produce al encenderse; es intensa pero frágil, puede encender al mundo pero un simple viento la puede apagar.
Y, cómo dice el científico, si no fuera por el dolor, andaríamos por ahí desgarrándonos sin darnos cuenta, y creo que, entonces sí, de plano le perderíamos el respeto a la vida en sí. Hay que quererse y cuidarse.
Por lo pronto, saldré a la calle a encontrar todas esas cosas por las que vale la pena vivir, y, lo que es más importante, buscaré dentro de mí la alegría de existir. Andaré por ahí convencido de que es tiempo de olvidar para comenzar a amar. Que es el momento de dar sin esperar nada a cambio y de ser agradecido.
Ahora le trataré de hacer más caso al corazón que a los deseos.
En fin.
“Cuando era joven mucho más que ahora nunca necesité a nadie que me ayudara de ninguna manera, ahora esos tiempos se han ido, ¡auxilio!”
The Beatles
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