Corría el año de 1955 cuando el municipio de Cajeme comenzaba a mostrar sus primeros síntomas de desarrollo convirtiéndose en un polo de atracción económica derivado de la bonanza agrícola que comenzaba a extenderse en el Valle del Yaqui. Fue entonces cuando las necesidades de una población que entraba de lleno a la vida de una ciudad moderna para su época, comenzó a necesitar la creación de espacios donde los jóvenes recién llegados al municipio pudieran prepararse de manera profesional para ejercer su derecho a una educación plural y de calidad, lo que generó que, desde la sociedad civil del naciente municipio, surgieran líderes sociales con la altura de miras y una visión de futuro para fundar lo que en aquel entonces se denominó “Instituto Justo Sierra” con una matrícula de cincuenta y ocho alumnos, siendo esta la primera escuela preparatoria del sur del estado.

Sesenta y siete años después, el ITSON se encuentra librando la batalla de su vida, ya que, como es costumbre para los gobiernos en turno, el ITSON al igual que el municipio de Cajeme, son tratados desde el centro de la entidad como instituciones de segunda mano, misma que, a pesar de ser la institución educativa de mayor trascendencia y calidad del sur del estado, ha recibido presiones y reproches económicos que se han agravado con el pasar de los años hasta llegar a la difícil pero, impostergable situación, de salir a las calles para exigir, no lo que es de otros, sino simple y sencillamente lo que les corresponde por dignidad, pero sobre todo, por mandato jurídico.

Para poner en contexto al lector, el presupuesto para el ITSON está compuesto de ingresos propios y asignaciones de parte del Gobierno Federal y Estatal, mismas que han venido disminuyendo de manera sostenida desde el año 2005, llegando al presupuesto de egresos 2023, donde se tienen presupuestados alrededor de 150 millones de pesos menos para la casa educativa de los que deberían de ser asignados. Lo anterior, lejos de ser solamente cuestión de pesos y centavos, ha generado durante los últimos años que cientos jóvenes de todas las regiones del estado y el país, se vean obligados a desertar sus sueños e ilusiones de prepararse en una institución con el prestigio del que goza el ITSON, llegando a grados de rechazo de aspirantes cercanos al 50% en carreras como la de Medico Veterinario, entre otras. Asimismo, la falta de presupuesto ha generado que, la calidad de educación e infraestructura por la que el ITSON era reconocido a nivel nacional, se vea comprometida y no pueda otorgar a su amplia matrícula una educación a la altura de las exigencias juveniles.

Evidentemente, este atentado contra la educación, no solamente debe ser acusado de recibido por los miembros y estudiantes del ITSON, sino también, por todos los habitantes del sur del estado quienes de una u otra manera, se ven beneficiados al tener en sus comunidades centros educativos de tal calidad, lo que genera en primera instancia, una derrama económica incalculable por la alta cantidad de alumnos que migran hacia Cajeme en búsqueda de mejores oportunidades educativas, así como también, el hecho de contar con una gran cartera de jóvenes preparados profesionalmente para integrarse al mercado laboral.

La defensa por la autonomía del ITSON, es parte no solamente de un llamado académico por más, o menos dinero, sino es en realidad, un grito de lucha de toda una comunidad que ha estado olvidado por sus autoridades y relegada a un segundo plano en el panorama estatal, por lo que, así como lo hacen con distintas sociedades, los cajemenses requerimos de igual manera, un plan de justicia que busque resarcir de una vez por todas, los rezagos y carencias que se viven en la región, no quitándole a otros sus recursos; sino exigiendo lo que es nuestro y nos corresponde.

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