Columna Visión Juvenil
Por: Manuel Borbón

Son en estas épocas navideñas cuando en todas las ciudades del país los centros de comercio, plazas y restaurantes se atiborran de familias oriundas y sus visitantes para festejar el reencuentro de quienes por alguna u otra razón se encuentran lejos de su hogar, así como también, como una acción de gracias por las bendiciones recibidas a lo largo del año.

Sin embargo, poco se habla en estas fechas de quienes, por algún motivo, han extraviado la brújula y, la navidad y el año nuevo, no son más que un día más en el calendario en el que, lejos de pensar en la caliente cena navideña, se encuentran preocupados para saber si sus hijos regresaran al hogar en dicha noche, o, peor aún, quienes difícilmente cuenten día a día con el sustento diario para satisfacer sus necesidades alimentarias.

Los regalos debajo de un árbol, por lo general, reúnen a la mayoría de las familias en México, con el famoso intercambio navideño sin poder faltar la piñata que simboliza los siete pecados capitales, los cuales, deben ser “quebrados” con los ojos vendados, en alusión a que la fé de una persona es ciega. Si algo tenemos los mexicanos es fe en el porvenir, por eso, es importante que en estas fechas decembrinas no se olvide que, aún cuando uno puede tener un sinfín de problemáticas que le aquejan diariamente, miles de familias en nuestro país hoy no cuentan con el principal derecho a quienes todos deberían de acceder: el derecho a la felicidad.

El derecho a la felicidad significa una igualdad de oportunidades, que no es lo mismo de condiciones, es decir, que donde nazcas no define donde mueres, que independientemente de tus condiciones actuales tengas a la mano, en caso de así desearlo, las oportunidades necesarias para acceder al derecho fundamental de la felicidad, el cual, el propio Senado de la República señala que: “Toda persona tiene derecho a la felicidad. En consecuencia, el Estado debe garantizar el bienestar personal y social mediante la creación de las condiciones jurídicas, económicas, materiales, sociales, culturales, políticas y medioambientales que permitan su ejercicio efectivo”.

Niñas y niños felices son el producto de una sociedad que aprendió a acoger a sus miembros y que, quienes se han quedado rezagados puedan tener la mano amiga de su vecino, por lo cual, un futuro próximo donde quienes en el pasado fueron infantes felices, puede convertirse en una mejor comunidad para todos con bienestar y seguridad para quienes la habitan.

Que la conmemoración del nacimiento de Jesús llene sus hogares con salud y prosperidad en estas fechas decembrinas y que, el año próximo no olvidemos que la construcción de una mejor ciudad depende de uno mismo y que, un gran primer paso, sería fijar la meta en que, las niñas y los niños de su municipio tengan, por lo menos asegurado, su acceso al fundamental derecho a la felicidad. Felices fiestas.

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