Corría el mes de septiembre de 1981 cuando el entonces presidente José López Portillo escribía entre sus memorias, y muy apegado al estilo del viejo régimen, sobre su sucesión presidencial adelantada y del “dedazo” en el que eligiera entre dos de sus más leales colaboradores, reflexionando que, si los problemas del país al momento de la toma de decisión serían políticos se decantaría por su secretario de la Reforma Agraria, Javier Garcia Paniagua, y en caso de ser económicos, optaría por Miguel de la Madrid su secretario de Programación y Presupuesto.

Hoy en día, más de 40 años después de dicha sucesión, los ánimos se han comenzado a caldear hacia el interior del partido oficial de manera similar a la que nos tenían acostumbrados las raigambres del sistema presidencial, donde los suspirantes por la silla presidencial comenzaban con tiempo de anticipación la búsqueda por la simpatía de las masas, sin dejar a un lado la más importante de ellas, la del propio presidente de la república al cual, la mayoría de los aspirantes del partido en el poder, Morena, parecen ver como el jefe máximo quien los ungirá con la denominación a la candidatura presidencial.

Sin embargo, los tiempos han cambiado y aunque en el fondo la política aparenta ser la misma, las formas deben ir evolucionando conforme el paso de los años al ritmo en que la ciudadanía exija a sus representados, es por lo que, Morena se encuentra ante la difícil circunstancia de salir bien librado de la elección primaria de su candidato a Presidente de la República, de la cual, dependen un sinfín de candidaturas más y por ende del futuro de dicho movimiento, al cual diversos analistas han mencionado a esta elección como la prueba de fuego para Morena ya que, según sus análisis si logran pasar la barrera de esta elección podrían permanecer en el poder por algunos sexenios consecutivos más.

Comenzaremos por quien parecer ser la “favorita” del presidente López Obrador, Claudia Sheibaum por quien la ala dura de Morena optaría en caso de que, como afirman los economistas “ceteris paribus”, es decir si las cosas continúan como hasta el momento, los radicales de Morena optaron por imponer a Claudia Sheibaum esperando que la cargada oficialista alcance para hacerse de la presidencia de la república una vez más y poner en el lugar del presidente a una incondicional de su movimiento.

Por su parte, Marcelo Ebrard parece ser la opción más ecléctica y mesurada para el presidente, es decir, si los números no le cuadran a Morena al momento de la toma de decisión, Marcelo podría ser el candidato que logrará ser un anillo de conjunción mucho más al centro político, quien por su posición podría cautivar a un amplio espectro de votantes de las clases medias y empresariales con los cuales Morena y el presidente dinamitaron los puentes hace algunos años. Marcelo ha querido desestimar los dados cargados a favor de Claudia afirmando su cercanía bajo el argumento de ser el único de los suspirantes que ha sido sucesor de López Obrador. Empero, es preciso abonar a los dichos de Marcelo que, también ha sido el único que ha sido el único contrincante de López Obrador en un par de ocasiones, la primera como candidato a Jefe de Gobierno del Distrito Federal en el año 2000 cuando Marcelo fungió como candidato del extinto Partido de Centro Democratico y, posteriormente como aspirante a la candidatura del PRD a la presidencia en 2006.

Por último se encuentra el caballo negro de Morena, Adán Augusto López, quien es el ultimo en ingresar al círculo cercano del presidente y por su posición mesurada podría convertrise en la tercera vía de Morena en búsqueda de la unidad de los grupos hacia el interior del partido en el poder.

Evidentemente, los ánimos caldeados han comenzado a hacerse presentes en el cenit Morenista, el presidente como buen miembro del sistema político mexicano ha dejado algunos “easter eggs” en el camino, o mejor dicho, en sus discursos públicos ha dejado entrever que el dedazo presidencial apuntará a quien demuestre la mayor lealtad al sistema.

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