Columna Visión Juvenil
Por: Manuel Borbón
Durante el pasado fin de semana, navegando por el mundo de las redes sociales, me topé con un comentario vertido en la plataforma “X”, que me resultó sumamente revelador del momento que viven los partidos políticos de nuestro país.
El comentario de un usuario de quien desconozco su nombre decía algo más o menos así: “El dirigente “x” del partido político “x” prefiere perder las elecciones a perder a su partido político”. Una frase sencilla pero demoledora que nos revela la realidad que viven prácticamente todos los partidos políticos, a excepción de Morena, partido del que hablaremos más adelante, debido a que todos los institutos, sean estos de oposición o del régimen oficial han aprendido desde 2018 a la fecha, a vivir en un margen que va desde el 5 al 15 por ciento de los votos en cada elección, lo cual, para muchos pudiera parecer poca cosa, sin embargo, ese pequeño porcentaje significa para muchos prebendas, plurinominales y cotos de poder en tiempos donde juntando migajas del poder, se puede hacer un pan considerable.
Comencemos por entender a qué nos referimos cuando hablamos de prebendas. ¿Se ha dado cuenta usted lector que prácticamente todos los partidos políticos se encuentran cooptados en sus dirigencias, sea por una persona o por un mismo grupo desde hace muchos años?, ¿Ha reflexionado usted por qué los políticos se siguen peleando por partidos que en teoría no representan gran cosa? Claro, tener un partido político representa, de entrada, acceder al presupuesto asignado para cada instituto, el cual, en el caso de Sonora se pronostica un gasto de $174 millones de pesos a repartir entre los partidos políticos locales en 2026, de igual forma, tener el registro de un partido significa contar con, por lo menos, un diputado local por la vía plurinominal, y múltiples regidores en todo el estado, así como también convertirlo en una especie de moneda de cambio o de presión política para, con ello, estar en la mesa de negociaciones, sea con los demás partidos o con el poder.
Es así que desde la llegada de Morena, único partido político que en teoría, compite para ganar (lo que conlleva otros vicios y problemas), los demás partidos políticos se han dedicado a mantener el poder interno más allá de buscar ganar elecciones, lo que ha provocado que, para la vida interna, poco importe la “calidad” de sus candidatos ni la vida previa a las elecciones, sino que más bien, más allá de buscar posibles votantes, en lo que enfocan sus baterías es en tener más militancia adepta a su grupo político y, más importante que tener buenos candidatos, se vuelve prioridad tener “consejeros”, “delegados”, “vocales” o como quiera que se llamen en los diferentes órganos de control en los partidos políticos.
Seguramente usted se ha de preguntar ¿a mí en qué me afecta?, pues déjeme decirle que este nuevo fenómeno político ha provocado la supremacía, casi absoluta, de una sola fuerza política, en la que, en apariencia la única manera de acceder al poder es, o ser parte de la reducida cúpula de algún partido político o formar parte de la lista del partido oficial, sin que la competencia política, la búsqueda de los mejores perfiles, el mérito o las capacidades sean parte de los requisitos para acceder al poder y, por ende, a la toma de decisiones.
Las democracias no mueren cuando se pierden las elecciones, sino más bien cuando se deja de competir. La frase “prefieren perder elecciones que perder el partido”, nos desnuda frente a los ojos una realidad que, de mantenerse ahondará aún más la brecha existente entre la sociedad y los gobernantes con consecuencias obvias.
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