En el momento en que estas líneas se escriben se está desarrollando la última jornada electoral previa a lo que será la madre de todas las batallas en 2024, donde se disputarán miles de cargos a nivel nacional, destacando la joya de la corona, la Presidencia de la República.

Los comicios del año en curso, han sentado un precedente nunca visto en muchos rubros para las decisiones venideras, ya que, a diferencia de otras ocasiones, la política nacional ha sido objeto de profundas transformaciones desde la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, quien con un estilo diferente de gobernar y de hacer política, ha cambiado el tablero político de una manera difícil de descifrar para los actores tradicionales.

Las campañas de Estado de México y Coahuila, cuenta con particularidades que las vuelven ejercicios más relevantes de lo que originalmente parecían, ya que, además de ser los últimos dos bastiones que ostenta el otrora partido hegemónico, el PRI, donde desde su fundación en la democracia moderna no habían sido gobernados por otro partido más que el tricolor, así como también, por la cantidad de personas que habitan en ambas entidades.

Los resultados aparentan encontrarse definidos, ya que, en el caso de Coahuila la alianza del PRI, PAN y PRD, parece haber encontrado, quizá demasiado tarde, la fórmula idónea para hacer frente a Morena debido a que, en primera instancia, la mancuerna de un candidato joven en partidos viejos ha dado resultados positivos, demostrando una vez más que, por más difícil que parezca, al menos en el estado de Coahuila, el PRI ha demostrado su capacidad para evolucionar y adaptarse al paso del tiempo, encontrando en su candidato, Manolo Jimenez, una bocanada de aire fresco para aspirar a reconvertirse y volver al poder, asimismo, en dichas elecciones la coalición de Morena vivió por primera vez los efectos del poder y sus divisiones donde el proceso de selección interna del candidato generó fisuras debido a su falta de transparencia por lo que, tanto el Partido del Trabajo como el Partido Verde, decidieron postular candidatos separados de la nave nodriza, es decir, Morena, minando sus posibilidad de victoria. Sin embargo, eso no se queda ahí, ya que, después de que el candidato del Partido de Trabajo, Ricardo Mejia, ex funcionario del gobierno de López Obrador, comenzará a despuntar en las encuestas, tal como si se tratará de la serie de ficción “House of Cards” los movimientos y patadas por debajo de la mesa terminaron por utilizar la elección de Coahuila como una moneda de cambio con miras a las elecciones de 2024, por lo que, las dirigencias nacionales del Partido del Trabajo y el Partido Verde, terminaron por dejar colgados en el baile a sus suspirantes declinando su apoyo en favor de Morena, lo cual, por sí mismo sienta también un precedentes para quienes aspiren a candidaturas en el futuro próximo por dichos partidos ya que, la certidumbre de llegar hasta el final de la mano de sus siglas de ahora en adelante se encontrará sujeta al vapor de las negociaciones.

Por su parte, la no menos interesante elección del Estado de México demostrará por primera vez la tesis que muchos actores de la oposición defienden, la cual estriba principalmente en que, si el tiro es “parejo”, es decir, uno contra uno, y la oposición no cuenta con más de un candidato, las posibilidades de competitividad electoral se disparan, así que, en una elección de solamente dos candidatas y, donde se ha comprobado que, a mayor participación ciudadana, las posibilidades de triunfo de la alianza “Va x México” se elevan, veremos la capacidad que tienen dichos partidos opositores para prepararse en consecuencia y conseguir el triunfo. Por último, caerá la última cara de la moneda si, en caso de que el PRI entregue en manos de Morena la entidad más densamente poblada del país y, así como en muchos otros casos similares, el gobernador mexiquense, Alfredo del Mazo, es premiado con una embajada más, la suerte para la oposición estará echada.

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